En un contexto marcado por la tasa de natalidad más baja del mundo, Corea del Sur experimenta un notable aumento en la demanda de tratamientos de fertilidad. Clínicas especializadas en procedimientos como la fertilización in vitro (FIV) registran esperas prolongadas y una afluencia sin precedentes de parejas y mujeres solteras que buscan concretar su deseo de formar una familia. Este fenómeno no solo refleja el impacto de factores demográficos y económicos, sino también un cambio de mentalidad en torno a la planificación familiar y al papel de la mujer en la sociedad surcoreana actual.
Una generación que desea organizar su maternidad
El perfil de quienes acuden a clínicas de fertilidad ha cambiado de manera significativa. A diferencia de generaciones anteriores, muchas mujeres surcoreanas contemporáneas desean ejercer mayor control sobre el momento y las condiciones en que deciden tener hijos. Esto incluye tanto a parejas que no logran concebir de forma natural como a mujeres solteras que optan por congelar sus óvulos, postergando así la maternidad para más adelante.
Este cambio en la percepción de la maternidad está impulsado por múltiples factores: jornadas laborales exigentes, prioridades profesionales, falta de apoyo estructural y altos costes de vida. Como resultado, la edad promedio para tener el primer hijo en el país ha ascendido a 33,6 años, una de las más altas del mundo. Esta postergación, sin embargo, también implica mayores dificultades para concebir, lo que ha contribuido al aumento en el uso de tecnologías de reproducción asistida.
Información que muestra un cambio discreto
Entre 2018 y 2022, la cantidad de procedimientos de fertilidad en Corea del Sur aumentó en alrededor del 50 %, llegando a los 200.000 tratamientos por año. En urbes como Seúl, uno de cada seis bebés nace gracias a un tratamiento de fertilización. Estas cifras ilustran tanto la magnitud del problema demográfico como la habilidad de las nuevas generaciones para enfrentar los obstáculos relacionados con la maternidad.
Algunos indicadores recientes han despertado un cauto optimismo: por primera vez en casi una década, la tasa de natalidad del país registró un leve incremento, pasando de 0,72 a 0,75 hijos por mujer. Aunque este aumento es aún insuficiente frente al promedio global de 2,2, los expertos señalan que podría ser el inicio de una tendencia positiva, siempre que se mantengan políticas que apoyen el acceso a la maternidad y se promuevan cambios culturales estructurales.
Obstáculos económicos y laborales: una realidad persistente
Aunque el respaldo gubernamental ha aumentado mediante subsidios para tratamientos de fertilidad y la congelación de óvulos, muchas mujeres señalan que el proceso sigue estando fuera del alcance de gran parte de la población. El precio de un ciclo de FIV puede sobrepasar los 1.000 dólares, y las posibilidades de éxito en el primer intento son bajas, lo que lleva a las familias a invertir en varios procedimientos.
Además del componente financiero, las barreras laborales continúan siendo un desafío. Aunque existen permisos legales para tratamientos de fertilidad, muchas trabajadoras denuncian la falta de comprensión por parte de sus empleadores y la presión de sus entornos laborales, lo que en ocasiones las lleva a renunciar a sus empleos para poder llevar adelante el proceso médico. Esta dinámica provoca un ciclo de inestabilidad económica que a su vez impacta en la decisión de tener hijos.
La fertilidad como indicador social y económico
El crecimiento de las clínicas de fertilidad no se puede explicar solo como una respuesta médica a un problema biológico. También refleja cómo la sociedad surcoreana intenta armonizar sus altos estándares de vida y las demandas laborales con el deseo continuo de tener una familia. Numerosas mujeres, especialmente aquellas que han dedicado años a lograr seguridad financiera, han retrasado la maternidad hasta contar con condiciones mínimas adecuadas, lo que posteriormente las enfrenta a más retos para quedar embarazadas.
Las historias personales reflejan la carga emocional de este proceso. Algunas mujeres, incluso tras varios intentos fallidos y un notable desgaste financiero, mantienen la esperanza de formar una familia. Para ellas, la fertilidad no es solo una cuestión biológica, sino un proyecto vital que simboliza realización, amor y permanencia.
Un reto de estructura que necesita respuestas completas
La situación de Corea del Sur plantea la necesidad de políticas públicas más integrales y sostenidas. Si bien las ayudas económicas son un avance importante, también es necesario transformar los entornos laborales, promover la equidad en la crianza, reducir la presión académica y facilitar condiciones de vida compatibles con la maternidad.
El auge de los tratamientos de fertilidad es, en última instancia, un reflejo de la resiliencia de una generación que, pese a las dificultades, sigue apostando por la vida familiar. En un país que enfrenta una grave crisis demográfica, estas decisiones individuales tienen un impacto colectivo. Apoyarlas con empatía, recursos y reformas estructurales será clave para cambiar el rumbo poblacional del país.