Análisis de los cambios en los aranceles de Trump y el 15% que pagaría Ecuador

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La propuesta de reestructuración arancelaria impulsada por Donald Trump, en su intento por regresar a la presidencia de Estados Unidos, plantea una modificación sustancial en la política comercial del país norteamericano. En caso de concretarse, el nuevo esquema afectaría de manera directa a los países que mantienen relaciones comerciales estrechas con EE. UU., incluyendo a Ecuador, que pasaría a pagar un arancel del 15 % por la mayoría de sus exportaciones hacia ese destino.

El planteamiento forma parte de un giro radical hacia un modelo de proteccionismo económico, con el que Trump busca privilegiar la producción interna estadounidense y reducir el déficit comercial con el resto del mundo. Su plan contempla un impuesto generalizado de entre el 10 % y el 60 % sobre los productos importados, dependiendo del país y del sector de origen. En el caso de Ecuador, la aplicación de un arancel del 15 % afectaría a varios de sus principales productos de exportación, entre ellos flores, atún, camarones, banano y cacao.

Hoy en día, un porcentaje notable de las exportaciones de Ecuador ingresa al mercado estadounidense mediante beneficios arancelarios proporcionados por el Sistema Generalizado de Preferencias (SGP), lo cual ha sido fundamental para sostener la competitividad de los productos ecuatorianos en comparación con otros países exportadores. Sin embargo, la implementación del nuevo conjunto de aranceles eliminaría esta ventaja y aumentaría considerablemente el costo de los productos ecuatorianos en los Estados Unidos.

El impacto inmediato consistiría en un incremento en el precio final de las exportaciones de Ecuador, lo que podría disminuir su competitividad frente a productores de otras áreas que ofrezcan productos similares a precios más bajos o que dispongan de acuerdos de libre comercio vigentes. Esto no solo afectaría los volúmenes de exportación, sino que también podría poner en peligro miles de empleos relacionados con los sectores más dependientes del mercado de Estados Unidos.

Además, el impacto sería desigual entre los distintos sectores productivos. La industria florícola, por ejemplo, que destina un alto porcentaje de su producción anual a Estados Unidos, sería una de las más afectadas. Lo mismo ocurriría con el sector atunero, cuyas cadenas de valor dependen en gran medida de las condiciones de acceso preferente al mercado norteamericano. En ambos casos, los márgenes de ganancia son estrechos, y un aumento de costos del 15 % podría resultar inviable para muchas empresas.

Las autoridades de Ecuador han expresado su inquietud por esta situación y han iniciado acciones diplomáticas para intentar obtener concesiones o encontrar formas de negociación que ayuden a reducir el efecto. Sin embargo, de aplicarse la política de aranceles en todos los casos, sin diferenciar entre países aliados o en vías de desarrollo, las opciones serían reducidas.

Desde una perspectiva macroeconómica, una caída en las exportaciones hacia Estados Unidos podría impactar negativamente los ingresos de divisas, dificultar el balance de comercio y potencialmente reducir el crecimiento económico en sectores críticos de la nación andina. Para Ecuador, que usa el dólar como moneda, la disminución de ingresos por exportaciones traería consecuencias adicionales para la liquidez interna y el empleo.

Desde su perspectiva, los empresarios y líderes de asociaciones exportadoras han pedido al Gobierno ecuatoriano que intensifique los esfuerzos para diversificar los mercados, refuerce los acuerdos comerciales con otros bloques, como lo son la Unión Europea o Asia-Pacífico, y optimice la competitividad interna a través de una disminución de costos logísticos y mejoras en la infraestructura.

Mientras tanto, la propuesta de Trump —aún en etapa preelectoral— ya ha comenzado a generar reacciones internacionales. Algunos países advierten que un regreso al proteccionismo podría desatar una ola de represalias comerciales y tensiones en la Organización Mundial del Comercio, además de alterar cadenas de suministro globales que aún no se recuperan del todo tras los efectos de la pandemia y la guerra en Ucrania.

Para Ecuador, la declaración funciona como un aviso de advertencia. La economía ecuatoriana ha mostrado una gran dependencia del mercado de Estados Unidos, y cualquier cambio en las normativas de acceso podría provocar impactos en el sistema. A la espera del desenlace de las elecciones en EE. UU., el país se encuentra ante una situación de duda comercial que hace necesario reconsiderar su estrategia internacional con urgencia.

Por: Martha Patricia

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