A la vista de la llegada de la temporada seca en 2025 y los retos que esto implica para el sistema eléctrico nacional, el gobierno de Ecuador ha comunicado una serie de acciones con el fin de reducir los impactos del estiaje y asegurar la estabilidad del suministro eléctrico. Los responsables del sector energético han trazado un plan que abarca medidas preventivas, mejoras en infraestructura, una supervisión más intensiva de los embalses, y la optimización de las plantas termoeléctricas, con el propósito de prevenir los apagones que han perjudicado al país en años pasados.
La estación seca, que suele abarcar de septiembre a diciembre, constituye un desafío relevante para la provisión de energía, especialmente en un sistema que se apoya fuertemente en fuentes hidroeléctricas. Durante estos meses de escasez de agua, el flujo de los ríos se reduce, lo que impacta la producción de electricidad y obliga a considerar opciones como las plantas térmicas o la importación de energía desde naciones cercanas.
Las autoridades han indicado que, a diferencia de años anteriores, el país llega mejor preparado para enfrentar este nuevo ciclo climático. Una de las principales acciones es el fortalecimiento de la generación térmica con contratos de mantenimiento, abastecimiento de combustibles y mejoras en la operatividad de las centrales, muchas de las cuales tuvieron problemas de disponibilidad durante el estiaje anterior. Se prevé que estas plantas funcionen como respaldo ante la baja generación hidroeléctrica.
Además, se ha previsto la ejecución de obras de ampliación y mejora en sistemas de transmisión, con el fin de facilitar el flujo de energía entre regiones y garantizar mayor estabilidad. Parte de este plan incluye trabajos en las subestaciones y líneas que interconectan la región amazónica y la sierra, donde se encuentran las principales fuentes hidroeléctricas del país.
Otro de los pilares del plan es la optimización del uso de los embalses. Las autoridades están aplicando un monitoreo riguroso de los niveles de agua, con el objetivo de administrar de manera eficiente el recurso disponible y evitar vaciamientos prematuros. Se busca conservar reservas que permitan sostener la generación durante los momentos más críticos del estiaje.
En el ámbito internacional, Ecuador continuará fortaleciendo los convenios de intercambio energético con Colombia y Perú, de forma que se pueda importar electricidad en momentos de alta demanda o baja producción local. Esta medida fue clave durante los apagones del año anterior y se mantiene como una herramienta estratégica en la planificación del sistema eléctrico.
También se contempla incentivar la eficiencia energética a nivel doméstico e industrial. El gobierno prevé campañas informativas para promover el uso responsable de la electricidad, especialmente durante las horas pico. Además, se analizan medidas para estimular la autogeneración mediante paneles solares y otras fuentes renovables, como parte de una política de diversificación energética a largo plazo.
El sistema eléctrico ecuatoriano sigue siendo altamente dependiente de las hidroeléctricas, que en años normales aportan más del 80 % de la energía consumida en el país. No obstante, eventos climáticos extremos, como El Niño o La Niña, pueden alterar este equilibrio y poner presión sobre la red. En este contexto, las autoridades buscan establecer una matriz energética más resiliente, que combine renovables, térmicas y otras fuentes emergentes.
Los cortes de energía registrados en 2023 y 2024 pusieron en evidencia la vulnerabilidad del sistema ante condiciones climáticas adversas y fallas en la planificación. El nuevo plan de contingencia, que incluye inversiones y coordinación interinstitucional, tiene como propósito evitar que se repita ese escenario y recuperar la confianza ciudadana en el sistema energético nacional.
En suma, Ecuador se prepara para enfrentar la temporada seca de 2025 con una estrategia que prioriza la eficiencia, la diversificación energética y la prevención. Las acciones anunciadas buscan garantizar un suministro estable y confiable, al tiempo que se sientan las bases para una transición hacia un modelo energético más sostenible y menos expuesto a los vaivenes del clima.